El tiempo y el espacio son, en el fondo, dos caras de la misma moneda. Por eso era tal vez inevitable y natural que, tras Cinestesia, José María Picón volviese su mirada hacia el espacio urbano, el mismo que parece desdibujarse en el vértigo que nos arrastra cada día y en la resignación del peatón, que, penitente, parece agachar la cerviz y anclar hoy sus pupilas a una pantalla de móvil, centro de gravedad creciente de una existencia caracterizada por la urgencia.
Donde la ciudad de nuestro siglo, marcado por la inmediatez y la ubicuidad, se convierte en una sucesión banal de lugares comunes, el artista decide detenerse y alzar los ojos hacia el horizonte para rescatar la diferencia que aún persiste en las distintas latitudes de este pequeño punto azul pálido que habitamos.
Los paisajes, reducidos a estampas sutiles en un nuevo ejercicio de armonía y precisión geométrica, hacen de Citicon un canto a la resistencia.
Citicon se expone en Behance. Concretamente, aquí. Y hay más información sobre José María Picón en su sitio web.
Llevo ya varios meses embarcado en un proyecto de traducción que me está deparando grandes satisfacciones: no solo por la repercusión que tendrá, a buen seguro, una vez finalizado, sino y, sobre todo, por lo que está teniendo de aprendizaje.
Con él (fundamentalmente, gracias a la sintonía que he tenido con mis jefas de proyecto, que han entendido mi enfoque y han soportado con abnegada paciencia todas mis indicaciones y puntualizaciones sobre las decisiones tomadas) me he arriesgado a abandonar el territorio conocido para probar otras cosas: jugar con el registro, buscar la naturalidad y aportar matices para huir, siempre que fuera posible, del acartonamiento en el texto traducido. Es, posiblemente, la traducción más artesana que he hecho en mucho tiempo.
El proyecto en cuestión es un videojuego. Llamémoslo NDA. Pues bien, en NDA hay un par de personajes que tienen especial fijación con el ritmo y la rima: uno, porque cuando está especialmente excitado le da por hablar en verso; el otro, porque a veces canturrea canciones clásicas y tradicionales estadounidenses y les cambia la letra para reflejar la tensión existente entre él y su némesis.
A lo largo de estas semanas me he acordado mucho de un ejercicio que les propuse a mis alumnos de cuarto de grado, en una clase de traducción para doblaje. Apenas dos minutos de canción pero con primeros planos y una elevadísima velocidad de producción. Como limitante añadido, el tiempo para resolverlo (unos 60 minutos):
Brand New Day, de J. Whedon
Tras la inevitable risa histérica que invadió a los hoy ya graduados después de los primeros 23 segundos (momento en el que entra la transición al estribillo), y una vez superadas las cinco etapas del duelo freelance, quedó patente que el único reto insuperable es aquel al que uno no se enfrenta.
Ese día, en clase, sacamos algunas lecciones, que tal vez resulten útiles al que se tenga que enfrentar a un texto de estas características:
1. Si el jefe de proyecto no ha detectado la peculiaridad del texto en el encargo (la canción o el poema pueden formar parte de un lote más grande y el cliente final puede no haber avisado), házselo saber de inmediato, porque esas doscientas palabras van a llevarte, necesariamente, más de los cuarenta minutos que ha planificado.
2. Tómate tu tiempo para analizar el texto original. Busca patrones de ritmo y rima. Resaltar las sílabas tónicas puede ayudarte a la hora de trasladarlos a la traducción (resulta indispensable mantenerlos casi siempre que hay música de por medio, o se corre el riesgo de parir un texto digno de los políticos de éstepaís, que en sus ansias énfaticas trástocan los ácentos de todas las pálabras). Tendrás que ajustar por sílaba, no por número de caracteres.
3. Desverbaliza el texto original. ¿Qué nos cuenta? El contenido semántico, ¿va ligado a la imagen necesariamente? Más aún, ¿puedo apoyarme en ese código semiótico para reforzar mi traducción o paliar las carencias semánticas que haya -por darle prioridad al ritmo o a la rima- en mi material verbal?
4. Cuida el estilo. No abuses de las formas verbales al final del verso ni uses una palabra para rimar consigo misma. Recuerda que no todo vale:
Payada de la vaca, de Les Luthiers
5. Evalúa tu traducción una vez entregada. Analiza qué aspectos podrías haber corregido de haber tenido más tiempo a tu disposición y toma buena nota: el siguiente encargo seguro que sale mejor.
En definitiva, haciendo valer el nombre de esta entrada y resumiendo…
Quizá porque eché en falta yo en mi clase -allá por do empezaba otro decenio- que nadie me insistiera en este ingenio de aunar ritmo con rima y recordase
que a veces priman estos sobre el otro, que rima y ritmo pesan, se hacen forma, que a fuer de ponderarlos se hacen norma, y realce darles debes sobre el fondo.
El caso es que es preciso ejercitarlos -pues uno nunca sabe cuándo o dónde van a dejarse caer en sus encargos-
o corres luego el riesgo de desfonde. (La musa puede dar ratos amargos si tras mucho insistir no te responde).
Decía Johan Huizinga que todo juego significa algo. Así, para el Homo ludens el reto no es mero divertimento, sino instrumento, herramienta al servicio de la construcción de su propio universo. Porque el ser humano, es, también, faber y depictor.
El juego. La herramienta. La imagen. Todos ellos cobran verdadero sentido en la interacción entre los individuos y el entorno. Todos ellos invitan al diálogo.
El que nos propone José María Picón en su particular antología del séptimo arte es doble:
Así, el artista se sumerge en Cinestesiaen distintos filmes en busca de su esencia, despojándolos, con gran inteligencia, de cuanto considera accesorio. Busca capturar, en otras tantas imágenes reducidas a su mínima expresión, sus rasgos más icónicos: kilómetros de celuloide destilados en trazos y figuras geométricas que guardan, latente, toda la potencia de la obra que los hizo posibles, y que aguardan, también, la chispa que desencadene, en un instante, una asociación. Pues el sentido está en la mente del que mira.
Tal es la segunda meta del autor, inseparable e indisoluble de la primera: sumergir con él a los espectadores para que, al contemplar su obra, seamos partícipes de ella al re-conocerla, cojugadores en un proceso de construcción y reconstrucción continua.
El juego. El arte. Ambos, en apariencia, carentes de interés material. Desprovistos de provecho alguno. Completamente inútiles.
No obstante y pese a todo, hagan juego, señores. Pues pocas cosas nos hacen tan humanos.
La palabra, al igual que el trazo del lápiz sobre el papel, nos permite delimitar porciones del universo para que lo aprehendamos, lo procesemos, lo hagamos indeleblemente nuestro. La huella que dejan uno y otro en la memoria y el papel nos ayudan a ir tejiendo la ficción necesaria que llamamos historia.
José María Picón, que ya nos había interpelado en otras obras desde la seguridad que ofrecen la tecnología y el tacto metálico y gomoso de la cámara y el ratón del ordenador, se abandona hoy en manos del lápiz, del pincel, del plumín; herramientas, tal vez, más rudimentarias, que lo obligan, a su vez, a desnudarse y revelarse en la pureza del trazo.
Trazo que remite necesariamente a otro anterior. El del artista es ágil, vivo, casi violento. Y lo emplea para acercarse, en un universo siempre teñido en rojo y negro, al estudio de la forma femenina, que surge como por ensalmo de la infinitud del blanco circundante.
La valentía de Picón no acaba ahí: recurrir a la lengua alemana, en estos tiempos de alarmante germanofobia, para dar nombre a tu obra, es, sin duda, una muestra de audacia.
Y es que en Die Form resuenan, detrás de la tinta, los ecos expresionistas que fluyeron desde la Dresde de Mueller a la Viena de Schiele, y contribuyen a ubicarla.
Como revisión expresionista de la Pasión que nos presentó en Morbido sensu hace dos años o de su orografía femenina en DessertStorm, hace unos meses.
Como reinterpretación pop de las pinturas del KG Brücke.
Como traducción, al fin y al cabo. Un arte, que, para Benjamin, otro alemán, también era una forma.
Die Form se expone en Etnika’s (Orillamar 24, A Coruña) desde el 14 de mayo hasta finales de mes.
«All mankind is of one author, and is one volume; when one man dies, one chapter is not torn out of the book, but translated into a better language; and every chapter must be so translated. […] No man is an island, entire of itself; every man is a piece of the continent, a part of the main».
–J. Donne, Meditation XVII
Acabo de regresar de Las Palmas, donde se ha celebrado el 6.º Congreso Internacional de AIETI, la Asociación Ibérica de Estudios de Traducción e Interpretación. Y he vuelto a tierras godas con fuerzas renovadas, y no solo por el enclave privilegiado y el mimo con el que nos acogieron los organizadores del evento, sino, sobre todo, por la riqueza de las conferencias y paneles que lo dotaron de contenido.
Llego de Gran Canaria con la convicción de que si las asociaciones profesionales son muy necesarias para no desorientarnos en el ejercicio de nuestro trabajo, las académicas son imprescindibles para el avance de la disciplina. AIETI acaba de cumplir diez años de vida y todo apunta a que, una vez se ha consolidado, va a seguir creciendo, tal vez sin prisa pero sin pausa.
Personalmente, ha sido un privilegio poder conocer a mis «abuelos», los profesores de mis profesores, y me ha emocionado ver en la asamblea a tres generaciones de docentes e investigadores compartiendo esperanzas e inquietudes.
Me ha alegrado también poder desvirtualizar a gente con la que hasta ahora solo había tenido contacto por Twitter o por Facebook, como Eugenia (@earres) o Jennifer (@ligeis) y poder ver que, más allá de constatar que la cosa está mu mala para el investigador, se puede y se debe buscar soluciones, aun cuando los cauces en que se enmarquen puedan parecer poco ortodoxos. Ha sido todo un chute de energía la mesa redonda sobre las tácticas de guerrilla para el investigador 2.0. Contad con mi hacha.
Impagables, también, los paneles sobre didáctica: suscribo plenamente la opinión de la Dra. Susan Cranfield respecto a la necesidad de replantearse la estructura actual de las competencias en el currículum de los grados en TI… y me consuela ver que los problemas de producción en L2 son similares en los estudiantes de la UVigo y en la ULPGC: el trabajo de la profesora Heather Adams me va a permitir, si tengo la oportunidad de volver a impartir docencia en interpretación, pulir algunos aspectos de la secuencia de aprendizaje.
¿Qué decir del panel de cognición, que era el núcleo del congreso? La ponencia de la Dra. Maila Lema ha marcado un antes y un después en mi trabajo. Me vuelvo con grandes ideas para mi investigación actual y decenas de referencias bibliográficas a las que espero hincar el diente pronto.
En cuanto a mi comunicación, de la que hablaré en la próxima entrada, se situó en un panel algo ecléctico, en el que tuve la ocasión de conocer a la futura doctora Judith Carrera y al Dr. Manuel Ramiro Valderrama, que, con su comunicación sobre el español neutro, dejaron bien claro que en la UVA se están haciendo cosas muy interesantes.
Y más allá de lo académico, estos días han sido un ejercicio de desconexión muy saludable: las risas, las cañas, los gin-tonics, el queso herreño, el mojo picón, los paseos por Las Canteras, las conversaciones sobre lo humano y lo divino hasta bien entrada la noche… Por todo ello, ya me tarda que llegue AIETI7. Con que el congreso sea la mitad de provechoso que este que acaba de concluir, el viaje a Málaga en 2015 estará más que justificado.
Hace dos años, en la primera edición del Máster en Traducción Multimedia de la Universidad de Vigo, uno de mis alumnos de Localización de Videojuegos me preguntó si sería posible realizar los ejercicios del curso en gallego. Me vi obligado a pedirle que los hiciera en castellano: el programa de mi materia, enmarcada dentro de un máster profesionalizante, estaba (y está) orientado a la capacitación de los estudiantes para el desempeño profesional en las distintas salidas que ofrece el sector (traducción, revisión, testeo, gestión de proyectos)… y es que, hace dos años, el mercado español era, por desgracia, un mercado castellanohablante.
La elevada inversión necesaria para llevar a cabo la localización de un videojuego, supone, casi siempre, una barrera infranqueable para las lenguas minorizadas. En el caso del gallego, además, se había traducido, hasta ahora, en la no existencia de un mercado específico que había generado un círculo vicioso, aparentemente irresoluble, para la normalización lingüística en este ámbito, a diferencia de otros mercados en los que la lengua se ha ido abriendo paso.
Lume no furado!
Por eso, la llegada de Adera supone un soplo de aire fresco. La aventura gráfica de hitpoint y Microsoft Studios, disponible para Windows 8 desde hace un par de días, ha salido al mercado en 40 lenguas distintas, entre las que se encuentran las cinco peninsulares.
Coiros! Que boa pinta!
Y me consta que la localización al castellano, catalán, euskera y gallego, obra del equipo de Pink Noise, se ha hecho con la calidad a la que nos tiene acostumbrados desde siempre y con un mimo y un cariño especiales.
Ojalá este título no se quede en una anécdota y, tras las aventuras de Jane Sinclair en el desierto de Atacama, puedan venir muchas otras. Sea como sea, por lo de pronto, ya me alegro de verme obligado a cambiar el programa del curso.
En esta época nuestra, en que las fronteras entre la obra de arte y el producto de consumo se diluyen, las primeras deben, tantas veces, buscar el sustento de los patrocinadores para garantizar su mera supervivencia.
Y el mecenazgo puede adoptar infinidad de formas, más o menos sutiles: de los bloques de anuncios que interrumpen las emisiones televisivas a las menciones directas de los productos, como en Médico de Familia o El Show de Truman, o indirectas, como ha venido haciendo Cuatro, por ejemplo, en los últimos tiempos, pasando por los patrocinios de las emisiones deportivas, entre otras, presentes, incluso, en una cadena de televisión pública como La 1 que, supuestamente, está libre de publicidad.
Decía Oswald de Andrade, allá por 1928, que solo la antropofagia nos une. El fin último del rito antropofágico en las tribus meso y sudamericanas era la apropiación, tanto simbólica como corpórea, de las mejores cualidades del enemigo.
Así, el último ejemplo de emplazamiento publicitario con el que me he topado lo encontré en lo que podríamos denominar un ejercicio de metaantropofagia. Hoy se estrena en Vigo Galicia Caníbal, un musical producido por Antón Reixa, ex de Os Resentidos, inspirado en la movida viguesa de los 80.
Este es su logotipo:
Canibalismo en estado puro.
Yo, no sé ustedes, pero solo de verlo me dan ganas de beber cerveza. Y es que, después de todo, y como ya cantaban en Carrusel Deportivo, quién sabe si profetizando la simbiosis, Estrella Galicia es «una cerveza de carallo».
Decíamos el otro día que uno puede sentirse como el Conejo Blanco de Alicia, creyendo que, inevitablemente, llega tarde a un mercado laboral hostil y en el que, probablemente, le corten la cabeza… o, por el contrario, puede hacerlo como Gandalf y convencerse de que aparece siempre en el momento oportuno.
Allá por el año 2005, W. Chan Kim y Renée Mauborgne publicaron un libro llamado Blue Ocean Strategy en el que presentaban, de forma metafórica, dos escenarios de mercado en forma de océano, uno rojo y otro azul.
El océano rojo está lleno de sangre: la competencia es feroz. La forma de prosperar en él es ser agresivo. ¿Las consecuencias inmediatas? La bajada de precios. Y a precios más bajos, mayor carga de trabajo para el traductor que quiere mantener la facturación y menor disponibilidad de tiempo para otras cosas, como realizar labor comercial… o tener vida, más allá del portátil.
Un habitante tipo del océano rojo.
En el océano azul, las reglas del juego son distintas. La competencia es irrelevante. El profesional consigue desmarcarse del resto e imponer sus condiciones. Todo el mundo está dispuesto a pagar lo que sea por ver al Circo del Sol… pero, por mucho que nos lo vendan como «el mayor espectáculo del mundo», tal vez no nos atraiga demasiado ver al enésimo clon de Bob Esponja en un circo de pueblo.
Parece razonable… pero en ocasiones no resulta tan sencillo llevarlo a la práctica. ¿Cómo desmarcarse del resto en un mercado al que se incorporan, cada año, cientos de profesionales nuevos? Una buena forma de empezar es aprovechar aquellos talentos que no te ofrece la formación reglada. Enfocar el perfil profesional hacia las propias aficiones tiene la ventaja añadida de que te permitirán disfrutar más del trabajo.
En el mercado global pueden surgir oportunidades de negocio allá donde uno menos lo espera. Por circunstancias de la vida, tengo un bagaje que me llevó a dominar, por un lado, la lengua alemana, hasta el punto de poder ofrecer servicios lingüísticos de calidad profesional en ese idioma, y un conocimiento profundo de los textos religiosos fundacionales de la tradición judeocristiana. Allá por el año 2005, realicé mi primer encargo remunerado: una agencia italiana precisaba transcribir un manuscrito del siglo XV de origen suizo. Y tuve el privilegio de trabajar con él.
Es solo un ejemplo de cómo aprovechar la formación adquirida. Aun cuando el océano rojo sea atractivo en un primer momento, la verdadera libertad se encuentra en el azul.
Mientras no se llega hasta él, nos queda la lección de Dori: «sigue nadando».
La semana pasada estuve bootheando, que diría Clara, en un simposio apasionante sobre aceros avanzados de alta resistencia. Lo mejor de interpretar es que, a fuerza de preparar los congresos, acabas sabiendo un montón de cosas de un montón de temas. O intentándolo, al menos.
¡Bootheando!
Y acabas poniéndole cara a gente de la que solo tenías referencia de oídas. Leyendas vivas de la interpretación, ante las que solo puedes quitarte el sombrero. Y callar. Y aprender. De su buen hacer a micrófono abierto, de su experiencia. A veces, incluso, hasta empiezas a percibir a la persona que se oculta bajo la máscara de intérprete, una vez silenciado el micrófono.
Más allá de la certeza del potencial de aplicación de distintos materiales a la industria de la automoción, del evento me llevé un par de lecciones. Y al acabar la jornada, acabé reflexionando sobre lo que me ha deparado la vida en estas últimas semanas, la graduación de mis exalumnas, la coyuntura económica, lo negro que parece el panorama…
Y llegué a la conclusión de que uno puede afrontar la salida al mercado laboral de dos formas distintas: como el Conejo Blanco de Alicia, lamentándose por no poder llegar a tiempo, o como Gandalf el Gris:
Y es que los magos, señores, y con independencia del momento en que aparezcan, nunca llegan tarde. Pero, si me lo permiten, de las implicaciones de esta diferencia de actitudes hablaremos otro día.
«Es curioso lo que sucede con el tiempo. Puede alojarse en una pequeña imagen en una cantidad desorbitada. Y esa imagen, a su vez, puede mantenerse oculta por décadas en un pliegue minúsculo de la memoria, sin dar señales de vida. Un buen día, algo la reaviva, la desencadena, y toda su carga acumulada se libera arrastrando con ella la propia biografía y un sinnúmero de fragmentos de historia y de poesía de cuya existencia no se tenían más que noticias vagas, que empiezan a importunar y a requerir atención hasta imponerse completamente».
La cita no es mía. Más quisiera. Es de JL Pardo, en su muy recomendable Esto no es música: introducción al malestar en la cultura de masas. Pero me viene al pelo —al poco que me queda— para ilustrar esta entrada.
No puedo sino dar gracias a mis padres por haberme criado entre libros. Fue cuestión de tiempo que aprendiera a usarlos, primero, y a devorarlos, después. En la biblioteca familiar conocí a Mafalda y, de ella, una noche calurosa e insomne de verano, aprendí una palabra:
¡Un alfeñique!
Ahí se quedó la tira, la tira de tiempo, hasta que, el otro día, en pleno frenesí traductoril, me acordé de ese dibujo nacido de la pluma de Quino hace casi 50 años. Y lo que Joaquín Lavado me dio hace más de dos décadas se coló, casi sin querer pero de un modo inexorable, en el diálogo de un videojuego que estaba traduciendo.
¿Quién sabe? Tal vez sea mi texto el que reavive, caprichoso, en el futuro, otros recuerdos ocultos en la memoria de aquellos que lo jueguen dentro de unos meses.